Un poco mas allá del montón de algas dejé de escuchar mis pasos en la arena gruesa. El viento frío manoteaba mi rostro cuando bajaba hasta el agua, que en su cadencia tranquila y predecible me permitió elegir hasta donde llegar para no entrar al mar.
Escondido tras mi cámara escuché el latido de las olas junto al sorbeteo del viento, entonces ahorré mi tiempo con desiciones claras: “El horizonte al centro”, sabía, mientras solo yo escuchaba los débiles clicks y clacks que también sonaban en la playa.